jueves, 9 de octubre de 2008

Tiene mucho valor votar, pero sabio es saber elegir


Columna de Mosadegh
Tiene mucho valor votar, pero sabio es saber elegir

Guillermo Tatis Grimaldo, hijo

Siempre a la hora de una elección, la pregunta más frecuente es ¿por quién votar? La más reciente decisión de ese ejercicio recayó en la elección de la talentosa artista panameña Margarita Henríquez, ganadora indiscutida como la mejor cantante de la América parlante del Concurso Latin American Idol, celebrado en la hermana República de Argentina hace apenas una semana.

Hay que felicitarla por la extraordinaria aptitud y temple que exhibió a lo largo de todo el evento, y hay que reconocer el respaldo que recibió de todo el país, realmente fue sorprendente cómo ante el hecho posible de alzarnos con una merecida distinción nos motivó a unos y otros para lograr un objetivo común. En buena hora por el país y muchas felicitaciones Margarita.

Como esta lección reciente no hay mejor ejemplo, es importante que votemos ante cualquier elección porque juntos logramos los objetivos deseados, bien por responsabilidad social, como ha ocurrido con nuestros artistas, con nuestros deportistas o con representantes en organismos nacionales e internacionales, pero aún más importante lo es cuando nos toca elegir como ciudadanos, en pleno ejercicio del sagrado derecho cívico del voto para seleccionar a nuestros actores políticos. Ya hemos visto el desarrollo de las elecciones primarias en los distintos partidos políticos del país para escoger sus candidatos a las posiciones de representantes de corregimiento, alcaldes, diputados, presidente y vicepresidente de la República. Podemos decir que dicho ejercicio ha sido un acto cívico ejemplar a pesar de las fallas al elegir.

Estamos a escasos siete meses de celebrar elecciones generales para elegir a nuestros principales dignatarios nacionales, regionales y locales, pero no es un secreto que persisten malas prácticas tanto en las propuestas políticas como vicios en la opinión de los votantes al momento de escoger sus candidatos que es preciso zanjar.
En muchos medios de comunicación, en comentarios de café, en tertulias de amigos y hasta en nuestros propios hogares se conversa, tanto de los excesivos gastos de campañas como las componendas de unos para retener el poder o las argucias de otros para conquistarlo, sin más argumentos que tomarse el poder aún a cuenta de las más bajas pasiones políticas.

En tanto resulta curioso y preocupante que dichas campañas proselitistas carezcan de ideas, que solo contengan propuestas electoreras e insustanciales, vacías por lo demás, huérfanas de ideologías. Las campañas se han hecho fuerte en la dimensión del dinero, plasmadas en valla, gorras, camisetas y cuñas en periódicos, radio y televisión. Los temas políticos de candidatos en general son baladíes. Las tomas para televisión y bardas de los candidatos nacionales, parecen sacadas de revistas y videos de farándula, por decir lo menos, francamente ridículas. El pueblo no quiere ver candidatos haciendo deportes y abrazando a desvalidos, ni con miradas de madre tierna, que te recuerdan que te quieren de corazón y que sí te resuelven (habrá que preguntar qué), y menos caballeros andantes en los zapatos del pueblo, segando pastizales y prometiendo soluciones que en el pasado reciente no dieron.

Pero lo más irónico, es que se diga que ahora sí darán solución a los problemas del transporte público de la capital, que ahora sí romperán las dificultades para crear empleos, que ahora sí terminarán con la corrupción, que ahora sí acabarán con la inseguridad, cuando antes tuvieron oportunidad de lograrlo pero hicieron exactamente nada o lo contrario.

Quiero decirles, que todos son enunciados innegables, pero lo que la población reclama es que se solucionen. La ciudadanía lo que no quiere y exige, es que ese discurso no sea demagógico, que cuando se diga que se acabará con la corrupción y que los recursos del Estado se invertirán correctamente, el pueblo espera que así sea porque el panameño necesita de mejores objetivos y oportunidades. Que cuando se diga que los pobres son primero, que no sea pura retórica porque el país con los altos porcentajes de pobreza que tiene no va a ningún lado y sus consecuencias minan toda posibilidad de desarrollo y alternativas de una vida mejor.

Localmente, necesitamos también elegir buenos dirigentes, necesitamos representantes probos, trabajadores, alcaldes eficientes, honestos, comprometidos con su pueblo, que se liguen con las difíciles situaciones de crisis que mantienen nuestras ciudades, que presenten proyectos coherentes para el futuro de su ejercicio. Es necesario que los aspirantes nos expliquen qué piensan hacer y cómo piensan solucionar los problemas más acuciantes de la ciudad.

Definitivamente, tiene mucho valor votar, pero es sabio y mas importante saber elegir, tenemos la suerte del futuro en nuestras manos, ejerzamos nuestro derecho con sabiduría.
Especial para El Vigía. Panamá, 10 de octubre de 2008.

lunes, 15 de septiembre de 2008

La Ciudad de la Alegría

Columna de Mosadegh

La Ciudad de la Alegría

Por: Guillermo Tatis Grimaldo, hijo

Ante la indiferencia ciudadana por los problemas cada vez más alarmantes de la ciudad, viene a mi mente el recuerdo claro de aquella desgarradora novela del escritor francés Dominique Lapierre que lleva el titulo de este artículo, pero que cobra vigencia instructiva para ver a través de ese prisma cuál habrá de ser nuestro futuro si no corregimos el rumbo de nuestras actitudes frente a nuestras autoridades.

La Ciudad de la Alegría es irónicamente un suburbio de Calcuta, en la India, que poco tiene que ver con la propia alegría, más bien sí, con un estado de sumisión y aceptación de un desgraciado destino. Allí su gente vive al margen de la más mínima dignidad humana, hundida en la miseria más humillante e imaginablemente posible. Los niños son obligados a trabajar y cruelmente explotados, los hombres venden su sangre y hasta sus miembros. Las mujeres sobreviven de lo que recuperan de los desperdicios de un vertedero improvisado de basura, sin control alguno, que se ha tomado el barrio en medio de una condición desoladora de hambre, enfermedades, sin luz ni agua potable, sin salubridad alguna ni lugar decente donde habitar, y pese a ello la gente vive en una aparente alegría, y las autoridades aún más indiferentes ante el drama de esas paupérrimas condiciones.

Cualquier desprevenido pudiera decir que estamos muy lejos de compararnos con La Ciudad de la Alegría, pero ciertamente estamos viviendo ya en La Ciudad de los Goleros. Y no estaremos muy lejos de ser como aquella miserable ciudad sino obligamos a nuestras autoridades a cumplir con sus promesas y responsabilidades. La ciudad de Penonomé está hoy invadida de basura, ratas y gallinazos, y la indolencia de las autoridades de salud, municipales, provinciales y nacionales parece no tener fin.

Empero, abriga también mi memoria los tiempos pasados, definitivamente mejores, cuando aquí conocimos los valores cívicos y la responsabilidad civil de gobernantes y gobernados. Aquellos que tuvieron la oportunidad de manejar con tino certero la Nación, los intereses de la provincia, la conducción del municipio y hasta la promoción de buenas leyes en una Asamblea Nacional conformada por verdaderos ilustres y honorables diputados.

Hace tan solo unos días, el pasado 12 de septiembre, cumplió la provincia de Coclé 153 años de creada, en el mas indiferente y apátrida olvido. La ocasión me ha servido para releer el libro del poeta y escritor penonomeño don Gaspar Rosas Quirós, “Primer Centenario de la Provincia de Coclé, 1855-1955”, donde resulta fácil comprobar el entusiasmo cívico de los ciudadanos por la provincia, y el compromiso desinteresado de sus dirigentes con el progreso de sus ciudades y su gente. Aquella Celebración del Primer Centenario ha sido uno de los actos más vistosos, organizados, diversos e interesantes de que se tenga memoria en nuestra provincia.

El trabajo generoso y aguerrido de penonomeños ilustres, fueron ejemplo de organización y éxito por un fin común, y dieron cuenta de que cuando se quiere se puede. Ese certamen estuvo organizado por don Simeón Conte diputado de la República quien lo presidió, don Juan Arrocha gobernador de la provincia, don Arcesio Guardia, inspector provincial de Educación, don Guillermo Tatis Grimaldo alcalde de la ciudad, don Juan Parada, don Heraclio Quirós, don Orlando Tejeira, don Carlos Alzamora y doña Julia Fernández entre una veintena más de hombres y mujeres de toda la provincia.

El reinado de S.M. Mery (Rosas) Primera, reina del Centenario, la feria ganadera, industrial, agrícola y arqueológica, las competencias deportivas, el recibimiento al señor presidente de la República don Ricardo Arias Espinoza con las cadenciosas notas de la Banda de Música de la Escuela Estelina Tejeira dirigida por el profesor Máximo Master, bailes y festejos populares, y el “Concurso Abierto sobre La Evolución Histórica de la Provincia de Coclé” y el Jurado de Lujo que presidió todas las competencias, son aún hoy motivos de gratos recuerdos, así me lo hicieron saber el novel oficial mayor de la Alcaldía don Hildebrando Quirós y los entusiastas periodistas de aquella época don Adolfo Quirós y don Targidio Bernal Guardia, consagrados locutores de Ondas del Guacamaya.

Volviendo a La Ciudad de la Alegría, su ejemplo es profundo por cuanto ella es arrasada por un ciclón pero de sus escombros y su gente, renace un nuevo esfuerzo y cambio de actitud para reconstruir su ciudad y sobre direccionar sus vidas. Su tenacidad supone una epopeya, un canto de esperanza por una vida digna y mas humana.
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Especial para El Vigía.