lunes, 15 de septiembre de 2008

La Ciudad de la Alegría

Columna de Mosadegh

La Ciudad de la Alegría

Por: Guillermo Tatis Grimaldo, hijo

Ante la indiferencia ciudadana por los problemas cada vez más alarmantes de la ciudad, viene a mi mente el recuerdo claro de aquella desgarradora novela del escritor francés Dominique Lapierre que lleva el titulo de este artículo, pero que cobra vigencia instructiva para ver a través de ese prisma cuál habrá de ser nuestro futuro si no corregimos el rumbo de nuestras actitudes frente a nuestras autoridades.

La Ciudad de la Alegría es irónicamente un suburbio de Calcuta, en la India, que poco tiene que ver con la propia alegría, más bien sí, con un estado de sumisión y aceptación de un desgraciado destino. Allí su gente vive al margen de la más mínima dignidad humana, hundida en la miseria más humillante e imaginablemente posible. Los niños son obligados a trabajar y cruelmente explotados, los hombres venden su sangre y hasta sus miembros. Las mujeres sobreviven de lo que recuperan de los desperdicios de un vertedero improvisado de basura, sin control alguno, que se ha tomado el barrio en medio de una condición desoladora de hambre, enfermedades, sin luz ni agua potable, sin salubridad alguna ni lugar decente donde habitar, y pese a ello la gente vive en una aparente alegría, y las autoridades aún más indiferentes ante el drama de esas paupérrimas condiciones.

Cualquier desprevenido pudiera decir que estamos muy lejos de compararnos con La Ciudad de la Alegría, pero ciertamente estamos viviendo ya en La Ciudad de los Goleros. Y no estaremos muy lejos de ser como aquella miserable ciudad sino obligamos a nuestras autoridades a cumplir con sus promesas y responsabilidades. La ciudad de Penonomé está hoy invadida de basura, ratas y gallinazos, y la indolencia de las autoridades de salud, municipales, provinciales y nacionales parece no tener fin.

Empero, abriga también mi memoria los tiempos pasados, definitivamente mejores, cuando aquí conocimos los valores cívicos y la responsabilidad civil de gobernantes y gobernados. Aquellos que tuvieron la oportunidad de manejar con tino certero la Nación, los intereses de la provincia, la conducción del municipio y hasta la promoción de buenas leyes en una Asamblea Nacional conformada por verdaderos ilustres y honorables diputados.

Hace tan solo unos días, el pasado 12 de septiembre, cumplió la provincia de Coclé 153 años de creada, en el mas indiferente y apátrida olvido. La ocasión me ha servido para releer el libro del poeta y escritor penonomeño don Gaspar Rosas Quirós, “Primer Centenario de la Provincia de Coclé, 1855-1955”, donde resulta fácil comprobar el entusiasmo cívico de los ciudadanos por la provincia, y el compromiso desinteresado de sus dirigentes con el progreso de sus ciudades y su gente. Aquella Celebración del Primer Centenario ha sido uno de los actos más vistosos, organizados, diversos e interesantes de que se tenga memoria en nuestra provincia.

El trabajo generoso y aguerrido de penonomeños ilustres, fueron ejemplo de organización y éxito por un fin común, y dieron cuenta de que cuando se quiere se puede. Ese certamen estuvo organizado por don Simeón Conte diputado de la República quien lo presidió, don Juan Arrocha gobernador de la provincia, don Arcesio Guardia, inspector provincial de Educación, don Guillermo Tatis Grimaldo alcalde de la ciudad, don Juan Parada, don Heraclio Quirós, don Orlando Tejeira, don Carlos Alzamora y doña Julia Fernández entre una veintena más de hombres y mujeres de toda la provincia.

El reinado de S.M. Mery (Rosas) Primera, reina del Centenario, la feria ganadera, industrial, agrícola y arqueológica, las competencias deportivas, el recibimiento al señor presidente de la República don Ricardo Arias Espinoza con las cadenciosas notas de la Banda de Música de la Escuela Estelina Tejeira dirigida por el profesor Máximo Master, bailes y festejos populares, y el “Concurso Abierto sobre La Evolución Histórica de la Provincia de Coclé” y el Jurado de Lujo que presidió todas las competencias, son aún hoy motivos de gratos recuerdos, así me lo hicieron saber el novel oficial mayor de la Alcaldía don Hildebrando Quirós y los entusiastas periodistas de aquella época don Adolfo Quirós y don Targidio Bernal Guardia, consagrados locutores de Ondas del Guacamaya.

Volviendo a La Ciudad de la Alegría, su ejemplo es profundo por cuanto ella es arrasada por un ciclón pero de sus escombros y su gente, renace un nuevo esfuerzo y cambio de actitud para reconstruir su ciudad y sobre direccionar sus vidas. Su tenacidad supone una epopeya, un canto de esperanza por una vida digna y mas humana.
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Especial para El Vigía.