miércoles, 27 de octubre de 2010

Pretesiones erradas

PRETENSIONES ERRADAS
Guillermo Tatis Grimaldo, hijo
miércoles 20 de octubre de 2010, La Prensa, Panamá

Hay un sentimiento general de que nuestra sociedad va perdiendo valores sensibles, necesarios para la sana convivencia de la familia panameña y la preservación de su dignidad humana. Resulta peligroso y obra en nuestra contra aquellas pretensiones erradas que llevan propósitos de cambiar el orden social y el consecuente orden razonado.

En la Asamblea Nacional de Diputados se discute un proyecto de ley que pretende imponer multas y penas de cárcel a quien ofenda o agreda a homosexuales o lesbianas que tiene como propósito oculto convertirse en preludio de lo que será una exigencia de mayor trascendencia.

Es necesario dejar claro que el resto de la sociedad no tiene nada contra ellos, tampoco es cierto que la sociedad los rechace, so pretexto de homofobia, ni menos aún, que los persiga o acose por su preferencia sexual; una vez mas, este es un país donde la tolerancia se practica de hecho, aquí todos podemos vivir la intimidad como mejor nos parezca. Lo que sí resulta inaceptable es que el resto de la sociedad tenga que consentir sus excesos, su conducta extravagante y exhibicionista, contraria a la moral y las mas elementales normas habituales de conducta pública. La comunidad lésbica-homosexual no puede exigirle al Estado panameño que preserve a ultranzas derechos para ellos y ellas en detrimento de los demás grupos o comunidades, como castigar a los que ofendan a un grupo cuando lo consecuente es que se castigue a todo aquel que ofenda, difame o ataque a cualquier ser humano o ciudadano sin distingos de religión, condición social, oficio, nacionalidad, edades, sexo, gustos o placeres.

La razón debe estar por encima de todo, y siento muy a mi pesar que lo que sigue es exigir una ley que les permita contraer matrimonio, francamente me parece una aberración.

El deseo de esta pretensión es inaceptable porque vulnera aterradoramente el sano juicio, la naturaleza humana y el significado mismo de matrimonio. De una unión de dos hombres o dos mujeres, no puede surgir nada coherente sino la terrorífica posibilidad de que adopten un crío, y de llamarlo matrimonio tampoco. El Derecho Romano consagra desde hace siglos, inclusive antes de Cristo, que matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, cuyo propósito es tener descendencia, es decir hijos y la de constituir una familia que como principal intensión lo establece también el antiquísimo y sabio código. Cualquier pretensión o interpretación distinta es un descomunal error. Matrimonio es una unión entre un hombre y una mujer, aptos para ello y sin grado inmediato de consanguinidad.

No obstante, lo peligroso de todo esto es que mañana aparezca quien pida derechos y que se les reconozca la unión de un padre con su hija o que se le acepte en matrimonio a un hombre que ha decidido sacarse a su hermana, o qué tal, un antojo de alguien de que le casen con su jumento. Quién podrá decirles que no, acaso no tendrán el mismo derecho que hoy exige la comunidad gay.

Pero hay otras luchas más importantes que debemos librar. Es la aprobación de la Ley de Esterilización en igualdad de condiciones y conveniencia para hombres y mujeres, y la divulgación efectiva de la política de uso de preservativos aunque nos valga entrar en contradicción con las iglesias, porque puede verse como una interrupción contranatural o divina a que los hombres y mujeres sigan teniendo prole hasta donde su rienda por el sexo alcance, pero no, resulta obligante en el marco de una serie de políticas encaminadas a mitigar la pobreza y las enfermedades fatales de contagio por relaciones sexuales.

Además porque es necesario el control de la natalidad, por dos razones muy sencillas, no podemos seguir reproduciéndonos infinitamente en un mundo que es finito, ni tampoco traer hijos para condenarlos a vivir en la miseria material y humana.
El autor es diplomático.

Los pilares de la democracia

Los pilares de la democracia

GUILLERMO TATIS GRIMALDO, HIJO*
vierne 22 de octubre de 2010, LA ESTRELLA, Panamá.
gtatisg@gmail.com



Que la subsistencia de los partidos políticos dependa de un subsidio económico electoral y que de ello dependa una democracia o la institucionalidad de un país, son valoraciones muy pobres y deplorables, más cuando este pensamiento viene de la misma clase política nacional. Peor, y aún más vergonzoso, es que se pretenda argumentar que le será más fácil al narcotráfico penetrar las estructuras de los partidos, como ya han salido algunos analistas a plantear. Esto lo que pretende demostrar, muy en su contra, es que la clase política está disponible para quien los pueda seguir financiando, siempre que no le cueste a ellos mismos.

Los pilares de cualquier democracia y la buena salud de ella se fundamentan en otros méritos muy distintos, por ejemplo, en principios e ideologías políticas que favorezcan a su pueblo, que obren en su favor y en beneficio de la democracia misma. La clase política nacional ha olvidado muy rápido las lecciones de Rousseau, inmortalizadas en El Contrato Social, que hace tan solo más de doscientos años, nos habló sobre el valor de las doctrinas y la importancia de los fundamentos sociales, hoy perdidos del pensamiento político de nuestros partidos.

Resulta patético afirmar que la eliminación del subsidio atente contra la democracia panameña, cuando por el contrario, con ese subsidio lo que se alimenta es el clientelismo y la corrupción por cuanto todos sabemos que esos dineros son utilizados —en su gran mayoría— para seguir pagando jugosos salarios y gustos de la dirigencia política y de su grupito de protección.

Sustentar que la ausencia de regalías electorales acabará con los partidos políticos es una grave revelación, porque evidencia la crisis de valores políticos en que aquéllos se encuentran. El clientelismo electorero que financia esas regalías lo que asegura es más vicios y acentúa la decadencia de la democracia participativa, porque no son otra cosa que privilegios que corrompen.

Vaya, qué ironía, qué idea más descabellada, afirmar que los partidos políticos se fortalecen con dinero y que los avances de la institucionalidad se ha logrado gracias al vil metal, cuando la jerarquía de un partido radica en su ideología, del fervor con que sus militantes la profesan y la capacidad de respuesta social a su pueblo.

La importancia de la democracia y la de los partidos políticos empieza cuando estos últimos logran un grado de compromiso con su membresía a favor de los intereses populares integralmente. Si bien los partidos políticos deben manejarse con participación ciudadana, donde prime el interés colectivo, también es cierto que quienes deben sostenerlos financiera como ideológicamente son sus militantes, porque de otra forma lo que logramos es lo que estamos viendo, unos políticos viviendo de los partidos y unos partidos desvalijando al Estado, entiéndase al pueblo. Con ello contribuimos única y exclusivamente a darle el golpe de gracia a la democracia.

Pero independientemente de todo lo anterior, si bien muchos de los males que afrontan los jubilados radican en la baja capacidad adquisitiva de sus pensiones, y esto francamente se soluciona aportando mejores provisiones y mayores valores a la seguridad social, para cuando llegue la edad del retiro la pensión alcance para vivir dignamente, creo que resulta más solidario, más humanitario, más ético y moral repartir esos más de 20 millones cada año de aquella piñata de subsidios entre los jubilados que entregárselos a los partidos políticos.

Entre tanto que nuestra élite política, esa que grita que la democracia se va a quebrar si le quita el subsidio clientelista, revise qué es institucionalidad, qué es política y cuáles son los pilares de la democracia.

*DIPLOMÁTICO.