miércoles, 27 de febrero de 2013

La importancia de un Acuerdo Nacional GUILLERMO TATIS GRIMALDO, HIJO Panamá, 27 de marzo de 2013. Hay en el país un club o nueva corriente muy interesante, de algún modo representativo y de fuertes intereses para sus miembros, gremios, y supuestamente en favor de la Nación, liderado por la Iglesia Católica y la Comisión de Justicia y Paz que piden un compromiso, algo así como un Pacto Ético de los partidos políticos, como antesala a las próximas elecciones generales. Lucen buenos estos propósitos, aunque considero que llegan con una curiosa tardanza por cuanto los principios éticos deben ser temas permanentes para todos los ámbitos de la sociedad, pero se ha dejado pasar meses de diatribas e insinuaciones que han afectado a muchos ciudadanos –de gobierno y oposición- con campañas negras, orquestadas por ellos mismos, y auspiciadas desde los medios de comunicación y redes sociales. Pudiera enumerar casos espectaculares denunciados, viejos y recientes, que resultaron falsos, exagerados o inexactos, pero esa no es la intención de hoy, además nadie lo necesita, todos somos capaces de recordarlos. Estas acusaciones y distorsiones sin control y con oscuras intenciones; todas han contribuido a desfigurar y enrarecer el ambiente no solo político local sino que con la misma malsana intención se ha llevado al terreno internacional. Todo absolutamente con acento perverso porque la gran mayoría de ellas tienen un marcado fundamento de intereses personales y de revancha, donde huelgan los cuestionamientos y denuncias, serias, coherentes y ante instancias competentes. Entre tanto, los primerísimos responsables de tal desbordamiento han sido los políticos y medios de comunicación en general que –para bien o para mal- es donde se recrea el espacio y ventilan e impulsan esas campañas. Aunque hay que reconocer que aquí hay unos más comprometidos que otros. También son responsables del desgreño, los sindicatos, los partidos, los gremios, las ONGs, sin dejar por fuera a esos grupos que se hacen llamar representantes de la sociedad civil, y de otros casos personales con intereses cruzados. Sin embargo, la ciudadanía no quiere políticos y medios alabarderos, rendidos ni arrodillados al gobierno, pero tampoco desea políticos y medios engañosos, obcecados, tergiversadores de la verdad y obstaculizadores de las tareas gubernamentales; el ciudadano lo que quiere, es un pacto que rectifique, que reconozca los errores, que sea viable, que busque gobernabilidad, consensos y principios genuinos de ética y responsabilidad para todos. El ciudadano de a pie ve con asombro que ya la gobernabilidad no es el problema sino los insultos que puedan llegar. Esto no parece responsable. Así las cosas, este Pacto Ético podrá ser una acción loable y valiente pero estará condenado a ser incierto, intrascendente e insustancial, créanme que los panameños no somos una pandilla de sandios que no se da cuenta de cómo hemos llegado tan lejos en el peligroso juego del descrédito y agravios de unos contra otros. Nadie puede esperar que a un ataque indecoroso se le devuelvan besos. De allí que ese mismo ciudadano de quien les hablo, suponga que la verdadera preocupación del Pacto, es asegurar que el agua sucia que ya se arrojó, durante 40 meses o más, sobre esos grupos, no se le devuelva a ellos mismos, igual y tal vez con una bangaña más de improperios. Pienso como los estrategas en los tiempos de la Guerra Fría, que la capacidad de ataque es la mejor arma de disuasión, y ésta es la paz. El respeto, la ética y la moral la ofrece la capacidad de respuesta que tu oponente pueda tener, de esa manera todos tendremos la conciencia clara del contrataque. Esto es simple, dice el adagio popular, “el que dice lo que no debe, escuchará lo que no quiere” Pero de lo que no cabe dudas, es de la importancia de un pacto político en lugar del pacto ético, y bien pueden los oficiantes del compromiso promover un Acuerdo Nacional, que evite seguir dándonos tanto palo, que rescate de algún modo la unidad nacional para la gobernabilidad del país, que consista entre otras cosas más profundas, que el partido que gane las elecciones le ofrezca al que le siga en votos las jefaturas en organismos de control como, la procuraduría y la contraloría; o por qué no, la participación proporcional en instituciones, y paridad en cuerpos colegiados de la Corte, Canal, Fondo de Ahorro, etcétera. Esto de la participación política del partido perdedor más votado en un gobierno no es nada nuevo, existe en otras latitudes para bien y tranquilidad política. Ello contribuiría a la gobernabilidad, evitará la confrontación inflexible y la intolerancia procaz, y solo así veríamos venir reconciliación, equilibrio y sosiego. La idea del Acuerdo Nacional no es una cuestión burocrática exclusivamente sino la intención de integrar un gobierno con ideas de todas las tendencias y adicionalmente sería un acto de amplia generosidad y patriotismo. @mosadegh53 El autor es ensayista y ex diplomático.