martes, 3 de abril de 2012

Estamos ante el descalabro de un gigante

OpiniónPOLÍTICA

Guillermo Tatis Grimaldo, hijo
opinion@prensa.com

Me viene a la mente “El Ajedrecista”, aquel artículo de mi autoría que publicó La Prensa en estas mismas páginas hace tres años cuando Juan Carlos Navarro perdió la candidatura presidencial del PRD frente a Balbina Herrera, minada de golpes bajos, intrigas y sobre todo, la subterránea codicia política de quienes detentaban el poder por aquellos tiempos.

Hoy el panorama luce igual de complicado y tal vez un tanto más sombrío. Contrario a lo que algunos comentan, el PRD sí es un partido con rumbo, pero lamentablemente ahora muy equivocado y hasta groseramente satanizado, por cuanto resulta insensato e inexplicable hacer un frente con propósitos tan sórdidos como los de atacar la candidatura de uno de sus propios miembros, y que esa aviesa aventura llamada Tocona haya logrado por arte de magia, unir a adversarios recientes como a los dos expresidentes de la República de ese mismo partido y a todos los demás precandidatos, con la única y honrosa excepción de Javier Martínez Acha.

Más aún por cuanto en lugar de generar un pacto de caballeros cargado de argumentos con ideología política para el bienestar del partido y el de la patria, el respeto a las reglas de juego para escoger a las nuevas autoridades del partido, trazar las condiciones y garantías que deben rodear la elección en el partido y de su candidato a la presidencia de la República, sea justamente un macabro compromiso de conspiradores para cerrarle el paso a unos de sus miembros, todo esto, deja mucho que pensar sobre la calidad de políticos que pueden llegar a dirigir el país, que por decir lo menos, parece un acto de cobardía política.

Desoír o no asistir a una invitación político-partidaria, como la convocada por Juan Carlos Navarro el pasado domingo, puede resultar irrelevante en la decisión de un parroquiano común, pero no en la dirección y alta clase política del partido.

Menos aún con el subterfugio de que ya tenían agendas que cumplir porque no es más que un cuento nimio y vacío, tan trivial como el de que Navarro presentaría su candidatura a secretario general del partido; ambos pretextos no son más que un trance de pasotismo sin sentido. Esto no presume ser una actitud equilibrada ni de búsqueda de la unidad, no obstante, cuando semanas atrás el propio secretario general, el cantalante de la negativa, aprovechó los actos del trigésimo tercer aniversario del partido para plantear su igual aspiración.

Pero es que ahora argumentan que no es sano para el partido que un candidato –entiéndase Navarro- que aspire a la Secretaría General del partido sea también candidato presidencial porque generaría más fricción, y olvidan alegremente que sus dos expresidentes ocuparon activamente esos dos cargos al mismo tiempo.

Pero lo humillante para la militancia, que ve el drama desde la médula del partido, es que todos –los de la supuesta pero evidente maquinación- están hablando de unidad. Balbina Herrera habló de que el partido es un todo, es una sola fuerza, y llama a dejar de lado las ambiciones egoístas que fueron la causa de la reciente derrota; solo le faltó decir, los fracasos obrados por ella misma en el pasado. Otros prefieren matizar la realidad al negar rotundamente que exista una división por cuanto las bases decidirán.

Cierto que las bases decidirán quién ha de ser el ganador de la dirección del partido, quiénes le acompañarán en la directiva, en los demás cargos y quién será su candidato a la Presidencia de la República, entre tanto y para entonces veremos a un gigante que se descalabra. Las huellas de la confabulación de hoy dejarán cicatrices imborrables mañana, porque el llamado a la unidad del partido no es sincero ni es de “corazón”; no coman cuento, es contra Juan Carlos Navarro.
El autor es Ensayista y ex diplomático