lunes, 2 de marzo de 2009

Secuelas de un gra fraude

Secuelas de un gran fraude
Guillermo Tatis Grimaldo, hijo


Efectivamente nos encontramos inmersos en una crisis económica mundial de enormes proporciones y terribles consecuencias. Estados Unidos, responsable de esta verdadera catástrofe lucha por salir adelante con una diversidad de medidas y ayudas financieras otorgadas a bancos y empresas, que aún así, no lucen ni muy claras ni garantizan la salida del atolladero.

Lo que si está claro es que el desastre obedece principalmente al fraude de las hipotecas y a la estafa de Bernard Madoff, entre otras maniobras criminales no menos dañinas. Pero en esencia, a una intrincada gama de factores que van desde la arrogante avaricia del gran capital, pasando por la maraña de estafas de negocios de pirámides para concluir con las especulaciones financieras de bancos y bolsas de valores, por lo demás actitudes arteras y al margen de cualquier rigor decente de hacer negocios.

Hay que señalar que esta dinámica vergonzante estuvo protegida todo el tiempo por la tolerancia gubernamental del anterior gobierno norteamericano, que se negó sistemáticamente a regular e imponer normas tanto claras como estrictas al sector financiero. También es claro que la avalancha amenaza a las demás economías del mundo, y que resueltas, no han tardado en tomar medidas provisoras para evitar cualquier colapso financiero.

Donde todo parece divino es en nuestro país, las voces autorizadas contraviniendo toda lógica elemental han salido al paso para rectificar lo que ellos llaman rumores. Con energía inusual han defendido con vehemencia al mercado financiero, calificándolo de responsable por partida doble. Afirman que tienen más liquidez de la que la ley les obliga, así también dan a entender que sus inversiones de capitales solo las realizan en Panamá, y que no poseen encajes o reservas bancarias significativas en el exterior ni siquiera para el giro ordinario de sus operaciones internacionales, es decir, estamos a salvo del efecto dominó que sí ha afectado a otros Estados.

Pese a ello, creo que todas estas explicaciones son con el claro propósito de tranquilizar a clientes y cuentahabientes del sistema, así como a los medios de producción e inversión financiera, pues a nadie le conviene una campaña de pánico, en eso estamos de acuerdo.

Pero seamos francos, Panamá es un país con instituciones globalizadas, y la banca panameña, la bolsa de valores y todo el sistema financiero son parte de ellas. Para nadie es un secreto que los bancos han empezado a “recoger velas”, a restringir el crédito y a adoptar medidas más severas que las cotidianas para otorgar nuevos préstamos; dudo que sea pura casualidad. Por otro lado, resulta imposible o al menos es increíble suponer que un daño que involucra tantos millones de dólares y a las principales empresas y bancos de Estados Unidos y del mundo no nos afecte para nada.

Además hay otro elemento sensible que afectará de una u otra manera el sistema financiero, y esto no es un secreto, por cuanto todo el que tenga la posibilidad de accesar a la internet, habrá podido leer las 163 páginas hechas públicas por el Tribunal de Quiebras de New York que contienen la lista de las empresas, bancos y millonarios que fueron estafados por el señor Madoff, entre los que se encuentran capitales panameños de inversión, representados por sociedades, fundaciones e ilustres personajes locales, sin contar los defraudados por el señor Murcia que no conocemos aún gracias al celoso cuidado de las autoridades judiciales panameñas.

Veo muy difícil que el país pueda escapar al efecto de una crisis que se deriva de situaciones como estas, sobre todo por el tipo de relación financiera y comercial, estrecha, reciproca y continua que mantiene con los países, instituciones y personas inicialmente afectadas. Mas bien, si no se toman las medidas adecuadas, me temo que los problemas se agravarán y darán paso a una crisis local de grandes proporciones.

Por lo pronto, es incuestionable que ya tenemos un deterioro en el desempaño de la economía, el índice general de precios al consumidor sigue escandalosamente alto pese a que los combustibles han bajado ostensiblemente, y como si fuera poco, se avizoran sensibles reducciones de personal en el sector privado, los índices de construcción y ventas de casas y apartamentos van en picada, ya ha caído en un 30% aproximadamente en los últimos meses, y las exportaciones de productos, tradicionales o no, también muestran declives, entre otros segmentos de la economía nacional.

Sería imperdonable que las autoridades nacionales que manejan el tema se hagan de la vista gorda y adopten la actitud de la triste imagen de los chimpancés que no oyen, no ven y no hablan.
El autor es diplomático.