viernes, 12 de abril de 2013

Considero que el Proceso de Paz en Colombia, liderado por el presidente Juan Manuel Santos, lamentablemente irá al fracaso, casi que por las mismas razones que ocurrió en el pasado. Por cuanto los grupos guerrilleros no tienen otra idea política o social que la de tomarse el poder por las armas porque por los votos no será posible. El actual diálogo tiene por objeto, para ellos, una actitud propagandística para allanar el camino para la declaratoria internacional de "beligerancia" ( Derecho de guerra) y calidad de sujetos de Derecho internacional para las FARC. El 99% de la población colombiana que no estuvo en la marcha por la Paz el pasado 9 de abril en ese país, considera que no puede haber perdón sin castigo o reparación a las victimas. Todos allá y aquí deseamos la paz para Colombia, pero esta no puede ser incondicional. Los crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio, y delitos comunes que las FARC han cometido durante más de 50 años, no pueden quedar impunes. "Aún recuerdo los procesos de paz de los gobiernos de López Michelsen y Turbay Ayala, y la consecuente frustración y desasosiego de la población por sus fracasos; de nada sirvió la rendición del M-19 y su reinserción en la sociedad civil, uno a uno de los de su dirigencia fueron asesinados. Años más tarde, bajo el gobierno del ex presidente Belisario Betancurt, las gentes volvieron a recobrar la fe y renovaron sus convicciones, creyeron que el impulso de este nuevo proceso de paz sería definitivo para la convivencia pacífica del país, pero solo se cosechó desolación y muerte. Perdieron la vida Luis Carlos Galán, candidato liberal a la Presidencia de la República; Rodrigo Lara Bonilla, ministro de Justicia; Guillermo Cano, director de ese otro gran periódico El Espectador, y tantos y tantos otros líderes de las izquierdas, de los sindicatos, y todos cuantos creyeron en el proceso tuvieron el mismo final. Los demás presidentes que siguieron, Barco, Gaviria, Samper y Pastrana, todos sin excepción intentaron alcanzar la paz mediante largos, escabrosos e ingeniosos procesos que terminaron sin un solo resultado favorable" (...) http://mensual.prensa.com/mensual/contenido/2004/10/14/hoy/opinion/46934.html Guillermo Tatis Grimaldo, hijo

miércoles, 27 de febrero de 2013

La importancia de un Acuerdo Nacional GUILLERMO TATIS GRIMALDO, HIJO Panamá, 27 de marzo de 2013. Hay en el país un club o nueva corriente muy interesante, de algún modo representativo y de fuertes intereses para sus miembros, gremios, y supuestamente en favor de la Nación, liderado por la Iglesia Católica y la Comisión de Justicia y Paz que piden un compromiso, algo así como un Pacto Ético de los partidos políticos, como antesala a las próximas elecciones generales. Lucen buenos estos propósitos, aunque considero que llegan con una curiosa tardanza por cuanto los principios éticos deben ser temas permanentes para todos los ámbitos de la sociedad, pero se ha dejado pasar meses de diatribas e insinuaciones que han afectado a muchos ciudadanos –de gobierno y oposición- con campañas negras, orquestadas por ellos mismos, y auspiciadas desde los medios de comunicación y redes sociales. Pudiera enumerar casos espectaculares denunciados, viejos y recientes, que resultaron falsos, exagerados o inexactos, pero esa no es la intención de hoy, además nadie lo necesita, todos somos capaces de recordarlos. Estas acusaciones y distorsiones sin control y con oscuras intenciones; todas han contribuido a desfigurar y enrarecer el ambiente no solo político local sino que con la misma malsana intención se ha llevado al terreno internacional. Todo absolutamente con acento perverso porque la gran mayoría de ellas tienen un marcado fundamento de intereses personales y de revancha, donde huelgan los cuestionamientos y denuncias, serias, coherentes y ante instancias competentes. Entre tanto, los primerísimos responsables de tal desbordamiento han sido los políticos y medios de comunicación en general que –para bien o para mal- es donde se recrea el espacio y ventilan e impulsan esas campañas. Aunque hay que reconocer que aquí hay unos más comprometidos que otros. También son responsables del desgreño, los sindicatos, los partidos, los gremios, las ONGs, sin dejar por fuera a esos grupos que se hacen llamar representantes de la sociedad civil, y de otros casos personales con intereses cruzados. Sin embargo, la ciudadanía no quiere políticos y medios alabarderos, rendidos ni arrodillados al gobierno, pero tampoco desea políticos y medios engañosos, obcecados, tergiversadores de la verdad y obstaculizadores de las tareas gubernamentales; el ciudadano lo que quiere, es un pacto que rectifique, que reconozca los errores, que sea viable, que busque gobernabilidad, consensos y principios genuinos de ética y responsabilidad para todos. El ciudadano de a pie ve con asombro que ya la gobernabilidad no es el problema sino los insultos que puedan llegar. Esto no parece responsable. Así las cosas, este Pacto Ético podrá ser una acción loable y valiente pero estará condenado a ser incierto, intrascendente e insustancial, créanme que los panameños no somos una pandilla de sandios que no se da cuenta de cómo hemos llegado tan lejos en el peligroso juego del descrédito y agravios de unos contra otros. Nadie puede esperar que a un ataque indecoroso se le devuelvan besos. De allí que ese mismo ciudadano de quien les hablo, suponga que la verdadera preocupación del Pacto, es asegurar que el agua sucia que ya se arrojó, durante 40 meses o más, sobre esos grupos, no se le devuelva a ellos mismos, igual y tal vez con una bangaña más de improperios. Pienso como los estrategas en los tiempos de la Guerra Fría, que la capacidad de ataque es la mejor arma de disuasión, y ésta es la paz. El respeto, la ética y la moral la ofrece la capacidad de respuesta que tu oponente pueda tener, de esa manera todos tendremos la conciencia clara del contrataque. Esto es simple, dice el adagio popular, “el que dice lo que no debe, escuchará lo que no quiere” Pero de lo que no cabe dudas, es de la importancia de un pacto político en lugar del pacto ético, y bien pueden los oficiantes del compromiso promover un Acuerdo Nacional, que evite seguir dándonos tanto palo, que rescate de algún modo la unidad nacional para la gobernabilidad del país, que consista entre otras cosas más profundas, que el partido que gane las elecciones le ofrezca al que le siga en votos las jefaturas en organismos de control como, la procuraduría y la contraloría; o por qué no, la participación proporcional en instituciones, y paridad en cuerpos colegiados de la Corte, Canal, Fondo de Ahorro, etcétera. Esto de la participación política del partido perdedor más votado en un gobierno no es nada nuevo, existe en otras latitudes para bien y tranquilidad política. Ello contribuiría a la gobernabilidad, evitará la confrontación inflexible y la intolerancia procaz, y solo así veríamos venir reconciliación, equilibrio y sosiego. La idea del Acuerdo Nacional no es una cuestión burocrática exclusivamente sino la intención de integrar un gobierno con ideas de todas las tendencias y adicionalmente sería un acto de amplia generosidad y patriotismo. @mosadegh53 El autor es ensayista y ex diplomático.

martes, 4 de septiembre de 2012

El reto de legalizar las drogas

Opinión ARGUMENTOS El reto de legalizar las drogas Guillermo Tatis Grimaldo, hijo opinion@prensa.com Me llamó poderosamente la atención los argumentos recientes del presidente José Mujica, de Uruguay, en torno a la legalización de las drogas en su país. Primero, afirma que hoy es iluso concebir un mundo sin drogas; y la segunda, que no es menos cierta, dice que el problema mayor no es la droga sino el narcotráfico que lo circunda, toda vez que a su alrededor se ha generado una espiral de violencia y estragos que viene a superar los daños que propina el consumo mismo de las drogas. Pero no me he quedado allí, he repasado una gran cantidad de teorías y ensayos sobre el tema y he concluido que necesitamos debatir el problema con propósitos de legalizar la droga, no porque nos sean provechosas, sino que llevamos muchas décadas de harta violencia, miles de muertos y millardos de dólares gastados persiguiendo el delito sin poder mostrar nada que nos indique siquiera que estamos en víspera de controlar el flagelo, y muy, pero muy lejos de acabarlo; cada vez es más droga la incautada y cada vez más se agudiza el drama. Me luce que con la descriminalización de las drogas se darían soluciones de inmediato, se acabaría con el lavado de activos, el contrabando de armas y de precursores químicos y las bandas del narcotráfico, todo por el efecto de sustracción de materia. Empero lo más relevante de todo es poder liquidar la pesadilla que tanta muerte, robo y riñas origina a diario en nuestro medio el tráfico de narcóticos. Francamente, estamos muy lejos de ganarle la guerra a los carteles del narcotráfico, solo en México se habla de la espantosa cifra de 50 mil muertes directamente relacionadas con la narcoviolencia. En Colombia las estadísticas muestran que fueron 15 mil 700 muertos el año pasado por las mismas causas. En Estados Unidos el 80% de los robos, agresiones callejeras y asesinatos tiene relación directa con el tráfico de estupefacientes. En Centroamérica, México, Brasil, Colombia, Panamá y Venezuela, el 70% de los homicidios son perpetrados con armas de fuego y esa violencia se debe, casi en su totalidad, a los efectos de la prohibición de las drogas y nada más. Sin embargo, en los últimos años ha habido en América una gran ofensiva contra el narcotráfico, se ha reforzado la lucha contra el crimen organizado, con asistencia económica, tecnológica y policial; no obstante, no se ven avances, y lo lamentable es que pasa el tiempo y el problema no disminuye sino que crece en una especie de efecto acumulativo, proporcional a una pandemia. Socialmente no puede haber humanidad que merezca vivir donde las noticias diarias son las cifras sobre muertes por el narcotráfico, no se puede vivir en una sociedad condenada por el presente dramático que se está viviendo. Ella tiene derecho a que su gente viva sin temor a morir por las balas, a que su gente no tenga que convertirse en delincuentes al servicio de los mercaderes de la droga, a que su barrio viva en paz y en ausencia de pandillas. Hoy día el consumo de tabaco y abuso de comidas inapropiadas que derivan en enfermedades cardiovasculares o la diabetes, por ejemplo, matan más gente que el consumo de drogas como la marihuana o la cocaína. Pero el narcotráfico y sus tentáculos matan tanto como aquellas y las pérdidas son más penosas para sus familias y la sociedad que todas las otras juntas. Con la legalización de las drogas serían más efectivas las campañas de prevención y control, y definitivamente, tendríamos menos homicidios, menos cárceles, menos presos, menos corrupción y más tranquilidad en nuestros hogares. La prevención y asistencia sanitaria –que hoy no la tienen los consumidores de drogas– habrá de lograrse como se hace para tratar los trastornos de la obesidad, el alcoholismo, el tabaquismo, y la profilaxis para el VIH sida o las campañas contra el dengue, etcétera. De hecho, en algunos países se ha legalizado el consumo con advertencia y prevención, como en Bélgica y Holanda, y el consumo y muertes por sobredosis han bajado; en el estado de Alaska, donde se permite el consumo de marihuana desde 1975, también se logra cada año reducir el uso de esas sustancias, por mencionar algunos casos, pero, en fin, la legalidad brinda las herramientas que la clandestinidad no da. Es apremiante librar la lucha desde otro ángulo y con otra visión, con soluciones alternativas para buscar reducir los daños, porque de seguir como vamos, arruinaremos nuestra libertad y paz social, y la prosperidad de la humanidad se verá amenazada. Me parece legítima la decisión del presidente Mujica, ya es hora de levantar la criminalización a las drogas y dejar de lado la hipocresía social. @mosadegh53