sábado, 15 de enero de 2011

Aprovechemos la ocasión

Dice la vieja frase que de la improvisación solo quedan chambonadas; pero lo cierto es que casi siempre, lo que empieza mal inevitablemente termina mal.

Así ha terminado la idea de cambios al impuesto de circulación vehicular en la ciudad de Panamá, en una propuesta deficiente por decir lo menos. Primero, porque el proyecto fue lanzado sin un estudio ni soporte técnico para establecer el nuevo impuesto; segundo, porque se ideó sin consultas y sin tener en cuenta los demás municipios del país; y tercero porque su concepción se basó más en la necesidad de balancear apresuradamente –más bien desesperadamente- las arcas municipales, sintomáticamente maltrechas y acentuadas por la pérdida de los ingresos que recibía por el impuesto de basura, que la de hacer una razonada y consecuente reforma al régimen tributario municipal.

Para lograr corregir el entuerto, los creadores de la infortunada propuesta, deben obligatoriamente someterla al estudio de los que conocen la materia y al debate de la opinión pública, porque pretender antojadizamente aplicarle un impuesto de placa o de circulación -al valor del registro del vehículo, como se ha hecho- no deja de ser otra cosa que un disparate, porque un bien como el automóvil se deprecia desde el momento que sale de la vitrina de ventas en un 15%, y así progresivamente en pocos años su valor técnico es cero. De suerte que no resulta coherente utilizar solo aquél elemento como variable de cálculo.

Hay mecanismos modernos en otros países para tasar y calcular el impuesto de rodamiento o circulación, que tienen que ver con parámetros científicos y cuya base de cálculo combinado es la cilindrada para determinar dimensiones o bien la envergadura del vehículo, y el año de éste para establecer su valor presente (real) para los de uso particular. Los de uso comercial se hacen con otros factores para su cálculo, además de la cilindrada y el año; se tiene en cuenta, su capacidad de carga, números de ejes y la clasificación operativa de vehículo (panel, taxis, buses, pick-up, volquetes, camiones, etcétera).

La razón de estos parámetros son muy sencillos, y de allí el nombre de “impuesto de rodamiento” por cuanto no ruedan el mismo tiempo en su vida útil un vehículo de uso particular que uno destinado al servicio publico, como tampoco desgasta ni daña igual el pavimento de las vías públicas nacionales o locales un auto compacto Cherry QQ que una Hommer, en cuantos a los particulares, ni un liviano y versátil panel Damas que una articulada tractomula, en los comerciales.

Aprovechemos la ocasión, y con la ayuda de la Autoridad del Tránsito resolvamos los temas pendientes referente a placas, registros de matrícula y sus tributaciones, unificando la reforma de los impuestos de rodamiento o como se los quiera llamar, con una moderna y apropiada tabla de cálculos para el cobro del impuesto, y que éste sea obligatorio para todos los municipios del país, como la discrecionalidad del contribuyente para inscribir o trasladar su vehículo donde lo desee, y sin trabas.

Además es urgente aplicar un poco más de seriedad en la confección, contenido y expedición de las placas para vehículos. Éstas –la lata- no tienen por qué hacerlas nuevas cada año, y menos cobrarlas si no las hacen ni entregan, eso resulta un cobro abusivo e ilegal, y un gasto innecesario para el contribuyente. En fin, la placa que se destruya, se pierda o se torne ilegible que se ordene su reposición y confección por la autoridad competente en el establecimiento autorizado para ello. Pertinente sería acabar con las exoneraciones para una clase de funcionarios y esa diversidad de placas que hoy exhiben, diputados, periodistas, tesoreros municipales, alcaldes, representantes de corregimiento, y reducirlas a particulares, comerciales, oficiales y de servicio diplomático (esta última solo en atención a los acuerdos internacionales) y así terminaríamos con el deshonroso placer de los fueros y privilegios que cabalgan en el país.

Por ende es necesario, definir un diseño serio y permanente para las placas, sus colores distintivos según su clasificación de uso y contenido descriptivo de la misma, y generar una fórmula que permita establecer un número único de por vida para cada automóvil matriculado en el país.

Con la numeración actual de seis dígitos solo da para que se emitan hasta un millón de placas o unidades de ella, pero si combinamos (como en otros países), tres letras y tres números nos daría más de 22 millones de unidades, es decir tendríamos una disponibilidad numérica astronómica de placas por generaciones, una cifra casi infinita en términos reales para el tema que nos ocupa.
El autor es diplomático.

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